Su arribo genera reacciones disímiles en el oficialismo según el espacio. El futuro ministro de Producción, que reemplazará a Kulfas, enfila hacia una gestión de alto perfil para darle volumen al Ejecutivo. En Casa Rosada ya hablan del “Plan D”
En el contexto de persistentes internas oficialistas y a medida que se aproximan las elecciones de 2023, las perspectivas sobre la llegada de Daniel Scioli al Gabinete varían según el sector del Frente de Todos. Para unos cayó como una bomba o como una incómoda incógnita; para otros, como un baño de expectativa. De cualquier forma, el actual embajador en Brasil, que asumirá el lunes en un contexto convulsionado para el oficialismo, ya prepara su desembarco en el Ministerio de Producción, donde buscará elevar su perfil como nunca desde que perdió las elecciones contra Mauricio Macri. Su principal objetivo será robustecer el perfil político y de gestión del Gobierno. Pero también, deslizan no pocas fuentes, para guiar su carrera hacia la revancha electoral.
Scioli llega al Gobierno mientras sigue caliente la disputa de poder entre duros y moderados, a pesar del -fallido- intento de tregua entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner, y a contramano del clamor de las bases, preocupadas por las perspectivas de que se imponga “la derecha” de Juntos por el Cambio. En ambos lados de la grieta del FDT hay quienes creen que su figura podría servir para, aunque sea, bajar el nivel de las olas. Pero otros, quizá más realistas, no descartan que su presencia sea el preámbulo de una nueva serie de cruces, derivados de sus supuestas ambiciones presidenciales.
En la Casa Rosada azuzan esa hipótesis. Cuentan que Massa resistió vehementemente el nombramiento de su histórico rival y que hasta última hora del sábado intentó disuadir al Presidente. También atribuyen al tigrense las dudas que se instalaron en torno a la designación -en ciertos trascendidos- después del anuncio oficial.
A muchos el temprano enfrentamiento les parece lógico. Tienen en cuenta la rivalidad que se arrastra entre ambos referentes peronistas desde 2013, cuando Scioli coqueteó con la posibilidad de acompañar a Massa en su ruidosa aventura emancipatoria, pero finalmente decidió permanecer al -incómodo pero abrigado- calor del kirchnerismo, y lo dejó solo. Aquella pelea, por si fuera poco, tuvo un segundo capítulo ese mismo año, a partir de la decepción del tigrense y de su esposa -la actual titular de Aysa, Malena Galmarini- por la actuación del entonces gobernador bonaerense durante el escándalo por el robo de un prefecto en su casa de Tigre.
En el massismo niegan cada una de esas versiones, e inclusive aseguran que Alberto Fernández le ofreció a Massa hacerse cargo del ministerio de Producción antes que a Scioli. También dicen que el vínculo con el embajador “está bien”. “Cuando Scioli se fue a Brasil, dos de sus secretarios quedaron trabajando en la Cámara de Diputados”, buscó ejemplificar un importante dirigente del Frente Renovador. Aunque luego dejó lugar para la duda: “No sé si la relación es fluida, pero no es de pelea”.
Aunque no logró disuadir al Presidente, Massa aceptó, dos días después, la invitación para que lo acompañara a Los Ángeles para participar de la Cumbre de las Américas. La propuesta fue un gesto conciliador de parte del primer mandatario, y tanto en la Presidencia como en Diputados aseguran que sirvió para apaciguar el conflicto. Massa no sólo viajó, sino que ayer dejó que circulara una foto que los muestra juntos a bordo del avión presidencial, rumbo a Estados Unidos, en pose compinche. Buscan, acaso, evidenciar que las agitadas aguas se están calmando, aunque algunos funcionarios dudan de que las gestualidades puedan traducirse en los hechos y, sobre todo, mantenerse en el tiempo.
El arribo de Scioli, anunciado en medio de la crisis política desatada el sábado con un tuit de Cristina Kirchner, provocó escozor también en las filas del kirchnerismo, señalaron en dos despachos afines a Alberto Fernández que tienen relación con el sector “duro”. Durante el fin de semana, revelaron, hubo febriles conversaciones entre intermediarios entre ambos espacios para intentar consensuar un nombre. La resistencia, según apuntaron en la Casa de Gobierno, provenía de sendas lecturas suspicaces del camporismo en atención, por un lado, a la interna, y por el otro, a las perspectivas electorales.
“La Cámpora cree que el círculo áulico más agresivo de Alberto no son ni Kato (por Gabriel Katopodis), ni (Juan) Zabaleta, ni (Jorge) Ferraresi, ni (Juan) Manzur, es decir, los que tienen territorio, sino los del Grupo Callao: Cafiero, Kulfas, Tolosa Paz. Ven que detrás de la designación de Scioli están ellos y que si Alberto se debilita, Scioli va a ser un buen candidato”, explicó un hombre que pasó un fin de semana de trabajo a destajo por esas tratativas, que terminaron en la promesa del Instituto Patria de que no habría un veto a Scioli -y así fue-. Pero en el Gobierno aseguran que el visto bueno fue más bien a regañadientes, y no a todo gusto, como quisieron dejaron asentado en el entorno de Máximo y Cristina Kirchner.
En La Cámpora y el Instituto Patria, como en el massismo, relativizaron esas miradas a todo pulmón. Ayer, en diálogo con AM 750, Oscar Parrilli, la mano derecha de Cristina Kirchner en el Senado, le deseó buenaventura a Scioli. Y dos fuentes del kirchnerismo juraron, por lo bajo, que quedó atrás la rivalidad con el ex candidato presidencial. A pesar de la innegable historia de desconfianza de la actual vicepresidenta, hoy dicen que se valora, dentro del espacio, su “lealtad”, y en particular rescatan que nunca haya denunciado, como se rumorea desde 2015, el supuesto boicot del propio kirchnerismo contra su campaña presidencial.