Las pruebas diagnósticas que han venido realizando mayoritariamente hasta ahora son del tipo PCR, con una capacidad muy alta de detectar positivos y negativos.
En las últimas semanas se ha comenzado a implantar unos nuevos test de diagnóstico rápido, más sencillos y ágiles, en línea con otros países como Corea del Sur o Alemania.
En cuanto a las primeras, a veces no proporcionan datos concluyentes, y entonces se solicita una repetición de la prueba. «Hoy por hoy, los test PCR tienen también limitaciones diagnósticas, pero son los de referencia con los que se clasifica a los pacientes», explica Julio García Rodríguez, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC). «Permiten detectar dos o tres marcadores, o genes diana del virus, aunque a veces sucede que solo aparece un marcador y cuando nos pasa eso lo que intentamos es pedir una nueva muestra, porque es lo que llamamos ‘no concluyente’ o también ‘indeterminado'».
Según explica el microbiólogo, esta indeterminación puede deberse a diferentes factores, como por ejemplo que haya existido una contaminación, ya que habitualmente «se procesan muchísimas muestras».
Sin embargo, la razón más habitual, tal y como apunta, es que no se haya extraído bien la muestra. «Generalmente, los problemas de la PCR son por la muestra, ya que esta se saca a través de la fosa nasal, pero no todos los profesionales sanitarios llegan hasta el fondo, y hay que hacerlo adecuadamente», manifiesta.
«Es un proceso molesto para el paciente, y si no le resulta molesto es porque no se está haciendo bien», prosigue, «hay que llegar hasta la nasofaringe -a través de la nariz- y nosotros también lo hacemos en orofaringe -a través de la garganta-. Si no se extrae bien la muestra, el resultado puede ser no concluyente o falsamente negativo».
García Rodríguez también apunta a un tercer factor que puede influir en la capacidad diagnóstica: «a veces, cuando se hace el test demasiado precozmente o demasiado tardíamente, la persona no está eliminando suficientes virus y la carga viral no es suficiente».
También, según aclara, hay veces en las que estos test no son tan efectivos: «cuando estamos en una situación en la que ya el 80% de los pacientes que vas a estudiar son positivos, el diagnóstico con PCR aporta poco, y lo que hay que hacer es un diagnóstico clínico y con radiología». Por esta razón en China hubo un momento en el que se dejaron de hacer PCR y se empezó a diagnosticar con radiología, con TAC, debido a que la enfermedad COVID-19 desarrolla un patrón muy característico en los pulmones de los enfermos. «Todavía no estamos en esa fase, pero es muy probable que lleguemos», adelanta.
Diferencias entre PCR y test rápidos
La PCR, siglas en inglés de ‘Reacción en Cadena de la Polimerasa’, es el diagnóstico estándar. Se trata de una prueba que permite detectar un fragmento del material genético de los patógenos, su ácido nucleico (ARN), cuya presencia revela la enfermedad. Durante las últimas semanas, este test se ha estado empleando para referenciar positivos en la epidemia del coronavirus SARS-CoV-2.
En cuanto a los test rápidos, existen dos tipos: unos que detectan proteínas, los antígenos del virus; y otros que detectan los anticuerpos que el sistema inmune de las personas produce frente al virus. Además de la rapidez, estos test presentan otra ventaja muy importante en un momento de epidemia como el actual, ya que pueden realizarse en el domicilio de los casos sospechosos, siempre supervisados por un profesional sanitario.
«Los test PCR son más lentos, porque requieren un procesamiento más complejo y en la actualidad, como mínimo, llevan entre tres y cuatro horas», detalla Julio García Rodríguez.
«Los test rápidos tienen el formato de las pruebas de embarazo, pero en lugar de poner orina, se pone moco nasal o muestra de orofaringe en el caso de los que detectan antígenos; o sangre o suero del paciente en los que detectan anticuerpos», apunta. En este tipo de pruebas, se tarda aproximadamente quince minutos en obtener el resultado.
Limitaciones de los test rápidos
Los test rápidos, en sus dos variantes, también presentan limitaciones diagnósticas. Por ejemplo, las pruebas que se basan en anticuerpos no son las más indicadas para detectar precozmente una enfermedad. «Estos test comienzan a ser útiles a partir de las dos semanas desde que uno se infecta, aunque con un poco de suerte alguno puede ser útil a partir de los diez días», explica García Rodríguez, «cuando estamos seguros de que el 100% de la población ha fabricado anticuerpos es en torno a las dos semanas desde que se infecta, más o menos».
«Por tanto, estos test no son los más aconsejables para hacer el diagnóstico de una infección de solo tres días de evolución», valora, «en esos casos lo ideal serían los de antígeno».
Sin embargo, en cuanto a los test rápidos basados en antígenos, matiza que «hoy por hoy desconocemos su utilidad real, porque no los hemos evaluado, nos faltan datos, hay artículos publicados en la literatura científica que indican que su utilidad es muy alta, pero nuestra obligación siempre es, ante lo nuevo que vamos a probar, hacer una prueba para comprobarlo realmente, porque una cosa es lo que está escrito en un papel y otra cosa es la vida real».
«Entendemos que haya nerviosismo general y la gente esté deseando que se obtengan conclusiones, pero tenemos que hacerlo con tranquilidad, con un estudio controlado con las muestras de nuestros pacientes para ver cuál realmente puede ser útil, y actualmente no lo tenemos claro porque faltan esos estudios», concluye el microbiólogo. En cualquier caso, siempre, ante la duda de poder estar contagiado pese a un primer test negativo la receta es la misma: aislamiento.
¿Cuánto tiempo sigue vivo el coronavirus?
Un estudio, cuyos resultados fueron publicados el 28 de mayo en New England Journal of Medicine muestra que las personas infectadas pueden propagar las partículas del virus vivo durante un período de hasta 9 días.
Otra investigación más reciente que se realizó en Alemania proporciona resultados similares. Los investigadores que participaron en el estudio, publicado en abril en la revista Nature, señalaron que ya no podían cultivar un virus de muestras que fueron tomadas 8 días después de la aparición de los síntomas. Asimismo, determinaron que un paciente emite la mayor cantidad de partículas virales durante los primeros días tras la infección.
Por su parte, Diane Griffin, viróloga en la Escuela de Salud Pública Bloomberg de John Hopkins, afirmó que «cuando la gente se recupera de infecciones agudas virales, su respuesta inmune mata a las células afectadas para eliminar el virus», pero el organismo no puede hacer lo mismo cuando algún virus infecta a las células de larga duración, como las neuronas. Indicó que entonces el cuerpo «en realidad no se deshace de todo el genoma del virus» y este puede quedarse en el organismo durante mucho tiempo.
Sin embargo, los especialistas precisan que la persistencia viral puede variar en diferentes personas. «La misma partícula viral no tendrá el mismo efecto en cada persona», reiteró el oncólogo Santosh Vardhana, del centro para el tratamiento e investigación del cáncer Memorial Sloan Kettering Cancer Center (Nueva York).