El sábado 28 de junio a las 18 horas, impondrá el nombre al Parque de las Fiestas, ubicado en la intersección de Mitre y la Costanera de Posadas. El complejo pasará a llamarse “María de la Cruz Morínigo” en honor a la incansable promotora de la acción social, cultural, religiosa y deportiva, cuyo legado aún vive en miles de familias de la ciudad y la región.
El Club Palomas del Espíritu Santo convoca a la comunidad posadeña a participar de un emotivo acto de homenaje a María de la Cruz Morínigo, fundadora de la institución y referente indiscutida de la caridad en el popular barrio Villa Urquiza. Durante el evento, se descubrirán un monolito y una placa conmemorativa que oficializarán la nueva denominación del Parque de las Fiestas, en reconocimiento a una mujer cuya vida estuvo dedicada enteramente al servicio de los más necesitados.
Nacida el 3 de mayo de 1931 en Bernardino Caballero, Paraguay, María llegó a Posadas a los 17 años junto a su madre y hermanos. Con humildes recursos, comenzó a recorrer los barrios periféricos de la ciudad, donde encontró una realidad de abandono y pobreza infantil que marcó para siempre su destino. “Mientras tenga fuerzas, no habrá niños pobres, tristes, ni sin pan”, prometió, y su compromiso se tradujo en décadas de acción incansable.
Desde su hogar en la avenida Trincheras de San José, abrió las puertas a centenares de niños para brindar catequesis, alimentos y contención. En 1948 fundó el Club Palomas del Espíritu Santo, que con el tiempo se transformaría en un faro de integración, deporte y espiritualidad. Allí nacieron equipos de fútbol como “Ángeles de cara limpia”, “Picaflor” y el célebre “Palomas del Espíritu Santo”, campeón provincial y nacional en los Juegos Evita de 1975. Para María, el deporte era también un camino hacia la fe: “el que no iba a misa, no jugaba”, afirmaba.

Pero su obra fue mucho más allá. Organizó caravanas solidarias de Reyes Magos por hospitales, asilos y barrios carenciados; celebraciones comunitarias para cumpleaños y bodas; peregrinaciones a santuarios religiosos dentro y fuera del país; y acompañamiento constante a personas enfermas, privadas de libertad o en situación de calle. Nada parecía detenerla, ni siquiera el asma crónica que la aquejaba desde joven.
En vida recibió numerosos reconocimientos, entre ellos el título de Ciudadana Ilustre de Posadas en 1992, y la designación de una avenida que lleva su nombre. También se impulsó un proceso eclesiástico para su canonización, con una recopilación de quince tomos y cuatro álbumes de testimonios, documentos y fotografías entregados al Obispado de Posadas, que aún conserva ese material.
María falleció el 21 de junio de 1993, a los 62 años, tras regresar de un viaje pastoral a Resistencia junto al obispo Carmelo Juan Giaquinta. Su cuerpo descansa en su ciudad natal, Bernardino Caballero, Paraguay, donde fue recibida con honores por las autoridades locales.
Treinta y dos años después de su partida, sus “hijos del alma”, como ella llamaba a los niños y jóvenes que cuidó, siguen vivos en su memoria. Siguen organizando misas, encuentros comunitarios, fiestas del Día del Niño, caravanas de ayuda y manteniendo viva la llama del Club Palomas del Espíritu Santo.
La ceremonia del sábado será una oportunidad para que Posadas reconozca de manera permanente el legado de esta mujer excepcional. Como reza el poema escrito en su honor por Roberto Acosta: “La mejor manera de honrar su memoria es seguir su obra, por la caridad… Entonces, María nunca morirá”.