En la madrugada del jueves 5 de junio, Rusia lanzó un ataque masivo con drones contra la ciudad ucraniana de Pryluky, ubicada en la región de Cherníhiv, al norte del país. El ataque provocó la muerte de al menos cinco personas, entre ellas un niño de un año, su madre y su abuela, quienes eran la familia del jefe de bomberos local. Este último se encontraba trabajando en la emergencia cuando se enteró de la tragedia que había afectado a su propio hogar.
Según las autoridades ucranianas, al menos seis drones de tipo “Geran” —nombre ruso para los drones iraníes Shahed— impactaron en zonas residenciales de la ciudad, causando también seis heridos que fueron hospitalizados. Los residentes describieron escenas de terror durante el ataque nocturno, con explosiones que destruyeron viviendas y provocaron incendios.
Este ataque formó parte de una ofensiva más amplia que incluyó el lanzamiento de 103 drones y un misil balístico contra varias regiones de Ucrania, entre ellas Donetsk, Járkov, Odesa, Sumy, Cherníhiv, Dnipró y Jersón. Horas después, otro ataque con drones en Járkov dejó al menos 19 heridos, incluidos niños, una mujer embarazada y una anciana de 93 años.
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, calificó estos ataques como una muestra más del «terror insidioso» de Rusia y reiteró la necesidad de imponer sanciones más severas y fortalecer la defensa aérea del país.
Estos acontecimientos se producen en un contexto de tensiones crecientes entre Rusia y Ucrania, con acusaciones mutuas de ataques y sabotajes, y en medio de esfuerzos diplomáticos internacionales para lograr un alto el fuego que, hasta ahora, no han tenido éxito.








