En política, hay momentos en los que no alcanza con administrar lo que existe. Hay momentos en los que hace falta nombrar una etapa, darle sentido y abrirla a la participación. En Misiones, ese momento es ahora. Y empieza a tomar forma bajo una idea: Misionerismo Neo.
Los primeros movimientos que comenzaron a trascender en el gabinete del gobernador Hugo Passalacqua no son gestos aislados ni correcciones de coyuntura. Son señales. Y las señales importan porque ordenan expectativas, marcan rumbo y dicen hacia dónde se quiere ir en un país que hoy no ofrece certezas.
La llegada de Kako Sartori al Ministerio de Gabinete es una de esas señales. No llega para cerrar el juego, sino para abrirlo. Llega desde el territorio, desde la experiencia de gobernar municipios reales, con problemas reales y vecinos que te votan pero también te putean, vecinos que te abrazan pero también te reclaman. Su incorporación expresa una decisión política: que los intendentes no miren la gestión desde afuera, sino que sean parte activa de las decisiones. Que el Misionerismo Neo se construya con voces, miradas y responsabilidades compartidas.
En esa misma lógica se inscriben los nombramientos de Astrid Baetke y Manuel “Manolo” Sánchez en áreas sensibles del Ministerio de Desarrollo Social. No son designaciones para la foto. Son apuestas a una política social que escuche, acompañe y llegue. Juventud, derechos sociales, territorio: lugares donde los gobiernos se juegan todos los días su credibilidad.
Los cambios en el gabinete fueron bien recibidos porque transmiten algo simple pero potente: hay conducción, hay plan y hay orejas que escuchan. Y el hecho de que ya se proyecte una segunda etapa de reordenamiento para marzo confirma que el Misionerismo Neo no es una cirugía, sino un tratamiento.
Ese tratamiento tuvo su escena fundacional el 10 de diciembre en la Cámara de Representantes. No solo por el recambio legislativo, sino por el clima político que se respiró. Un clima distinto.
El gesto de Carlos Rovira, levantándose para saludar uno por uno a los legisladores opositores, fue mucho más que una cortesía. Fue una definición política. En un país donde la política se volvió un campo de batalla permanente, Misiones eligió mostrar otra cosa: que el acuerdo no debilita, que el respeto no quita identidad y que el consenso no es rendición.
La asunción de Sebastián Macías como presidente de la Cámara terminó de darle cuerpo a esa idea. Su mensaje fue claro: “esta Legislatura no será un escenario de agresiones ni de discusiones vacías. Será un espacio de trabajo, de diálogo y de soluciones. Una casa abierta para los municipios, para los intendentes, para quienes entienden que la política sirve cuando mejora la vida cotidiana”.
Y acá está el corazón del Misionerismo Neo.
No es un club cerrado. No es una etiqueta partidaria. Es una voluntad colectiva de ordenar la política para que vuelva a servir. Es entender que Misiones no puede copiar las grietas del asfalto nacional, porque cada crisis importada se paga con menos empleo, menos producción y menos futuro.
El Misionerismo Neo propone algo distinto: sumar, escuchar y construir. Convoca a dirigentes, militantes, trabajadores, jóvenes, intendentes, empresarios, emprendedores, legisladores y vecinos comunes a darle forma entre todos.
Por eso puede dialogar con otros espacios políticos sin perder identidad. Por eso puede articular con La Libertad Avanza o Por la Vida y los Valores sin resignar autonomía. Porque no se define por el enemigo, sino por el proyecto. Porque no necesita confrontar para existir.
El Misionerismo Neo no promete soluciones mágicas ni épicas vacías. Propone algo más profundo y más difícil: hacerse cargo del presente para construir futuro. Ordenar la política, cuidar lo propio y animarse a sumar a todos los que quieran empujar para el mismo lado.
No es una consigna para repetir. Es una invitación a participar. A discutir. A comprometerse.
El Misionerismo Neo no está hecho, se está haciendo.
Y como todo lo que vale la pena, necesita gente dispuesta a salir a defenderlo, a construirlo y a hacerlo crecer.
Foto: Roberto Simonitti
por Diego René Martín








