Los guardaparques de Misiones celebran su día cada 19 de octubre en honor a Horacio Foerster, quien falleció en 1993 en un acto heroico. Su sacrificio se convirtió en el mandato silencioso que guía el compromiso diario con la selva.
El 19 de octubre es una fecha de profundo significado en las Áreas Naturales Protegidas de Misiones. Este día se conmemora el Día del Guardaparque Misionero, una jornada que nació de una tragedia para transformarse en una fuente de inspiración.
La fecha rinde tributo a la memoria de Horacio Foerster, un guardaparque que perdió la vida en el Parque Provincial Moconá en 1993, mientras realizaba el rescate de un visitante. Su sacrificio se elevó a la categoría de un legado que cada profesional lleva consigo como un mandato silencioso de vocación y servicio.
En el marco de esta conmemoración, Fabio Malosh, quien fuera compañero de Foerster y hoy es director de Áreas Naturales Protegidas del Ministerio de Ecología y Recursos Naturales Renovables de Misiones, reflexiona sobre la esencia de este oficio.
Guardaparques de Misiones: vocación, soledad y la lectura de la selva
Malosh recuerda las jornadas de la vieja guardia, marcadas por la soledad: turnos de $25$ días seguidos en el agreste Parque Moconá. En aquellos tiempos, la esencia de la labor se enfocaba en la lectura de las señales que emite la selva y la lucha constante por la prevención, antes que la sanción.
Si bien la tarea de los guardaparques ha sido romantizada, su vida real es una compleja mezcla de vocación extrema, logística difícil y una paciencia infinita, todas enfocadas en la protección de la selva. El propio Malosh comenzó su derrotero hace $26$ años en el Parque Moconá.
El actual funcionario, cuyas manos hoy firman documentos, durante años empuñó machetes y herramientas en aquel parque. “Me decidí a ser guardaparque después de recibirme de la secundaria, con la idea clara de conservar los recursos naturales de la provincia”, recuerda Malosh con nostalgia.
Sus inicios fueron duros: “Fue en la zona centro, en el Moconá. No había nada. El ingreso era difícil y las guardias eran de $20, 25$ días seguidos. Era otra realidad”. Esta realidad forjó en él y sus compañeros una conexión única con el entorno.
La Rutina de la disciplina
“Lo que más me gusta, lo que en el fondo es la esencia, es interpretar las señales que te envía la naturaleza”, confiesa. El guardaparque destaca que “ver la evolución de la biodiversidad de la provincia, los secretos que te muestra la selva en los parques… eso no tiene precio”.
Hoy, desde su rol en el Ministerio, Malosh funciona como un puente: lleva las necesidades de las áreas a donde se toman las decisiones, revisando pedidos, asegurando la capacitación del personal y transmitiendo información a sus superiores.
Explica que la rutina de un guardaparque está muy lejos de ser una aventura incesante, siendo en realidad una disciplina pura. “Levantarse temprano es la primera regla”, señala. Luego se planifican las actividades del día: control y vigilancia, y el mantenimiento de parquizados, vehículos y herramientas.
Concientización y prevención
La otra cara de la labor incluye la atención de las denuncias de los vecinos de los parques. “Si hay problemas con la presencia de animales silvestres que atacan a animales de la producción o domésticos, somos nosotros los que tenemos que actuar, buscar una solución”, detalla Malosh.
Para el director, el núcleo del oficio se articula sobre tres pilares fundamentales: “Vigilancia, concientización y educación”. Pone especial énfasis en la necesidad de “buscar sensibilidad en la sociedad”, señalando que la clave no es solo multar, sino generar conciencia y prevenir.
La sombra de Horacio Foerster sigue siendo una inspiración que guía esta profesión que, en Misiones, se ejerce desde una pasión inquebrantable. Es la pasión por descifrar y proteger los secretos de la selva, una misión que se cumple con igual convicción desde la intemperie o el escritorio.