Falta una semana para que Misiones renueve sus tres bancas en la Cámara de Diputados de la Nación. No es una elección más: es la que define con qué voz va a hablar la provincia en un tiempo áspero, de tensiones, recortes y decisiones tomadas lejos, en escritorios de madera dura. Y en ese escenario, la oposición provincial parece más preocupada por salvar al Gobierno nacional que por ofrecer algo concreto a los misioneros.
Los radicales plantean nuevamente la campaña de la tibieza, en un falso centro equidistante que no propone nada, pero se opone a todos. Dividida, con las encuestas en bajada y bajas expectativas.
Los libertarios, tan ruidosos en redes como silenciosos en la calle, practican un tipo de política que no conoce el territorio. Visitan empresas de amigos, de familiares y de otros dirigentes opositores. Poca calle y mucho llanto. No hay propuesta, hay simulacro. No hay plan, hay marketing. No hay pueblo, hay selfie.
Del otro lado, los viejos opositores K orbitan en su propia nostalgia. Pelean entre sí, reciclan rencores y discuten quién tiene la franquicia de una marca que hace rato dejó de tener lo mejor que tenía: ser de la gente y para la gente. Triste espectáculo es ver a los que alguna vez representaron sectores genuinos cómo hoy se consumen en peleas en redes sociales con olor a naftalina, mientras esos sectores migran hacia quien los escuchó y los hizo parte de una agenda de soluciones. Porque Oscar Herrera Ahuad, antes que candidato, es un dirigente que conversa y gestiona: dos verbos que, en tiempos de redes, denuncias judiciales estúpidas y gritos, se volvieron revolucionarios.
Pero si algo nos importa realmente es entender que no es justo que la Nación ordene sus números a costa de las provincias. Cada vez que un misionero carga nafta, más del 20% de lo que paga son impuestos que deberían volver en rutas e infraestructura. Si no vuelven, como sucede ahora, el costo lo asume el productor, el municipio y vos. Para corregir esto, necesitamos un federalismo con tono firme, no de súplica. Y eso a veces incomoda.
Sin déficit, sin despilfarro y con presencia territorial, la Renovación pone, en estas elecciones, en primera línea de juego a un médico, exministro y exgobernador que habla con la autoridad del que caminó hospitales, chacras y barrios. Un tipo que no improvisa sobre la realidad porque la conoce.
Herrera propone volver a herramientas que defendían el bolsillo sin romper las cuentas de los gobiernos, como una ley de devolución del IVA para la canasta básica. No es el populismo con olor a una década pasada: es racionalidad y gestión con rostro humano. También pone sobre la mesa temas que Buenos Aires nunca entiende muy bien: el costo del combustible, que encarece todo; las rutas nacionales que se deshacen; los pasos fronterizos que podrían ser motores de comercio y turismo. Federalismo. Proponer, en vez de esperar.
Herrera plantea revivir la ley que le daba respaldo técnico y económico a los trabajadores de la agricultura familiar, fortalecer el INTA y devolver presencia al Estado donde todavía se cultiva la dignidad con las manos. Porque cuando la yerba, el té, la madera y la miel se mueven, se mueve la provincia entera.
“La universidad no se negocia” para Herrera Ahuad, porque lo aprendió como estudiante, y lo sabemos los misioneros que vimos como se transforman las historias de familias enteras cuando un hijo va a la universidad. Y en tiempos de motosierra, sostener hospitales, becas, universidades y ambulancias no es un acto administrativo: es una posición ética.
Misiones, además, entiende el nuevo paradigma productivo: tecnología, inteligencia artificial, innovación educativa. Mientras otros se quejan del futuro, acá se lo diseña. Esa también es una batalla política: disputar recursos para formar talento, para que la próxima generación y las empresas no tengan que ir a buscarlos afuera.
El misionerismo, como lo define Passalacqua, es eso: hacer política desde acá, para acá, con cabeza propia. No es encierro, es autonomía. No es aislamiento, es dignidad. Y en la boleta de Oscar Herrera Ahuad, esa doctrina encuentra continuidad natural: representar a Misiones en la Nación, no a la Nación en Misiones.
Por eso, el 26 de octubre Misiones no elige solo una lista: elige quién va a ir a Buenos Aires a plantarse con respeto, pero sin obediencia. Quién tiene la solvencia técnica y la espalda política para convertir reclamos en leyes, y leyes en recursos.
La oposición grita. La Renovación gestiona. Uno promete, el otro cumple.
En tiempos de incertidumbre, conviene desconfiar de los que venden certezas instantáneas. Misiones, con sus matices, eligió un camino propio: equilibrio, presencia, desarrollo. Dentro de una semana, vos y yo vamos a volver a decirle al país lo que queremos para Misiones. Misiones va a volver a hablar. Ojalá lo haga con la serenidad de quien sabe que los derechos se defienden; y que el federalismo, cuando es real, no pide permiso.
Por Diego René Martín